viernes, 27 de mayo de 2016

DE FOTOGRAFÍA, LINTERNAS Y BENEMÉRITA


“Entonces te gusta hacer fotos”

“Si, no se me da mal”

“¿En bodas, bautizos y demás?”

“No, soy más de fotografía nocturna”

Y entonces es cuando te miran con los ojos muy abiertos, y cara de “este tío está tonto…”

“Nocturnas…..con flash y eso”

“No, no…..no usamos flash”

Y ahí, definitivamente, tu interlocutor da un paso atrás, gira sobre sus talones y discretamente, huye, primero a pasitos cortos  para terminar alejándose a la carrera, intentando alejarse de ese psicópata que hace fotos a la oscuridad…..

Esta, más o menos, es la primera impresión que puede causar un fotógrafo nocturno, ante un neófito en tal materia.

Y es que suena raro, muy raro, eso de ir a hacer fotos por la noche…y que cuanta menos luz haya, mejor…es como si un cocinero dijera: “Soy cocinero antimateria, cuanta menos comida haya, mejor”…..bueno, bien  pensado, eso es lo que pasa en el Bulli…..

A lo que vamos, que la fotografía nocturna es una gran desconocida, como una champions para el Atleti. Han oído hablar de ella, pero no la han disfrutado. (Quizás este párrafamo me lo tenga que comer en 24 horas.)

Y realmente, si lo pensamos bien, ¿a quién, en su sano juicio, se le ocurrió por primera vez, hacer una foto por la noche?

Me imagino a un gran fotógrafo, de esos que exponen, de cuando se usaban carretes, presentando sus fotos a una galería, y el marchante pasando foto tras foto, y todas en negro, todas….y mirando al fotógrafo con cara de no saber  qué pasa, hasta que este le dice: no te asustes, es que estoy probando a hacer fotos nocturnas. Y así nació esta disciplina, de la vergüenza de un fotógrafo a reconocer que, en realidad, se le olvidó quitar la tapa del objetivo.

Pero bueno, la cosa ha evolucionado y los fotógrafos nocturnos ahora son los mejores clientes del conejito de duracell…..el de las pilas, no el del local ese con neones  de la A1.

Cualquier fotógrafo nocturno que se precie, ha de tener más linternas que pecas Pablo Motos…..grandes, pequeñas, largas, cortas, cálidas, frías, semis, desnatadas,  de luz roja, azul y verde…que algunos fotógrafos, en la mochila, tienen incluso que poner la señal de “peligro de electrocutación”.

Eso si, luego, se va la luz en casa, e iluminan con el móvil o con una vela, porque claro, las linternas son sagradas y sólo se usan para las fotos.

Otra cosa curiosa de estas aves nocturnas es que no les vale cualquier paisaje o entorno donde desarrollar su rara actividad. Cuanto más lejos, más desolado y de más difícil  acceso sea…mejor…son como Indiana Jones, pero con un trípode en lugar del látigo y un frontal donde debería estar el sobrero.

Que una persona cabal, en su sano juicio, pensaría: “Fotos nocturnas. Pues me voy a la Gran Via en Navidad y me salen unas fotos nocturnas cojonudas”

Pues no, ellos piensan: “Cuenca, 3 de la madrugada, paisaje desolado, sin luna, nubes a cascoporro, frío, invierno en mitad de la meseta castellana, una torre a punto de desmoronarse sobre mi y no tengo cobertura……este es el sitio perfecto, voy a sacar una linterna.”

Así son….

Y claro, luz que va, luz que viene, risas…..algún paisano del pueblo más cercano que lo ve y la benemérita que se presenta.

“Buenas noches señores. Que, ¿cazando gamusinos?”

“No agente, haciendo fotos.”

“Ya, haciendo fotos, de noche…..era más creible lo de los gamusinos. A ver, los papeles y vayan soplando aqui.”

Afortunadamente, no conozco a ninguno que haya acabado en el cuartelillo….al menos por estar haciendo fotos nocturnas, por otros temas, más privados, alguno da el perfil de que si…..

Aunque cualquier día si que acabarán detenidos, porque otra de sus pasiones es colarse en lugares prohibidos.

Allá donde haya un hospital abandonado, rodeado de alambre de espinos, donde unas ruinas estén vigiladas por un guarda, donde un parque natural se encuentre protegido, allá habrá un fotógrafo nocturno dispuesto a arriesgar su integridad física, que no la de su cámara, en busca de un encuadre virgen.

Y en este punto, hay que hablar de lo celosos que son de sus descubrimientos. He visto a muchos de ellos, acariciando un papel con coordenadas y diciendo: “Miiio, mi tesoro.”

Que dos fotógrafos nocturnos pueden estar hablando de fotos, encuadres, linternas y objetivos durante horas y horas, de buen rollo, pero como a uno de ellos se le ocurra preguntar: “¿Y dónde está este sitio?”……..se hace un silencio sepulcral, una mirada fría y cargada de odio le recorrerá y, a partir de entonces  entrará a englosar  la lista negra de los aprovechados, que eso es peor que estar en la lista de morosos.

Bien, ya tenemos el lugar, alejado, peligroso, nocturno y abandonado de la mano de Dios. Tenemos la luz perfecta, o sea, ninguna. Tenemos el material, cámara (con nombres tipo Cannon Mark 7, full highway to heaven HD Explorer 9), linternas (decenas de ellas), trípode (de esos que adoptan posturas que ni las mejores actrices porno), el bocadillo que le ha preparado su pareja y la botellita de agua. Y al fin…hacemos la foto. 3 horas de carretera, 1 de andar por desfiladeros y caminos de cabras, otra de bajar porque se ha olvidado la linterna mini pro de luz azulada en tono verdoso, otra hora de vuelta a subir, dos horas más de colocación del trípode, encuadre, este no me gusta, quita que sales meando, esa brizna de hierba me hace reflejo, cambio de sitio, ilumina tú, no, ilumina tú, tontorrón, ostras que no me he traido el disparador, bocadillo, luces, cámara, acción….y al final, te vuelves con una foto…..una foto….12 horas…una foto.

“¿Me puedes enseñar la foto que hiciste anoche?”



“NOOOOOOOOOO…..¿Cómo me pides eso? ¿me quieres hundir en la miseria? Ay señor, llévame pronto. ¿Cómo me pides que te enseñe la foto……………si aún la tengo sin procesar?”

Sin procesar.

Sin procesar….

Procesar…

Cesar….

Aaaaar……

Si señoras y señores….12 horas, una foto, pero no se puede mostrar antes de procesarla. Antes de que ajusten en una micra ese brillo, antes de que el color negro del cielo, no sea negro, sino “tirando a negro”, antes de que esa estrella que me ha hecho traza de 0,00000001 milímetros quede perfecta, antes de que ese musgo verdeazulado que está sobre una china, en el fondo de la imagen, tras el árbol robusto y viril, quede en tono verde.

Si para hacer la foto se tarda unas cuantas horas, para procesarla se pueden tardar días, semanas e incluso hay gente que años después sigue procesando sus primeras fotos.



Pero bueno, así les tenemos entretenidos y no molestan.

Si, han leído bien, les tenemos, porque yo no soy un fotógrafo nocturno, yo soy pareja de una afamada fotógrafa nocturna. Soy el que se queda en casa, salvaguardando el hogar, el que sufre al calor de la mantita cuando fuera está nevando, el que prepara el bocadillo de salchichón, el que mete la pata cuando dice: “esa foto parece día” y ella me mira con odio mal disimulado y contesta con los dientes chirriando: “es contaminación lumínica”.

Como decía la canción: “Yo, soy esa”.

Pero al final, cuando después de tanto sufrimiento, frío, carretera, cabreo, desolación y falta de sueño, ves que terminan la foto, y que sonríen, y que son felices, entonces sabes que todo eso, ha merecido la pena.

viernes, 6 de mayo de 2016

DE NECEDADES, CAJONES DE MADERA Y AURRESKUS.


Decía John Stuckman que: “La necedad y la ignorancia son inaceptables en todo momento, excepto en la propia muerte”. Y debía tener algo de razón el bueno de Stuckman, puesto que él mismo acabó sus días rodeado de ingentes cantidades de libros, pero reconociendo que jamás había leído uno de ellos, lo cual no impidió que llegara a ser uno de los más reconocidos politólogos de la época victoriana.

 

Por aquella época, afortunadamente, no existía la televisión y la radio, y los tertulianos quedaban restringidos a selectos club de caballeros y a anodinos periódicos donde,  ¡oh!, ¡asómbrense!, primaba más la información que la opinión, al menos de forma regular, y la única influencia que podía tener la gente que se agolpaba en oscuras fábricas y en lúgubres fumaderos de opio, provenía de los vociferantes predecesores políticosindicales que,  subidos a un cajón de madera, llamaban de forma vehemente a la siempre intangible lucha de clases.

 

Tal vez en nuestra parodiada actualidad, carga de colores influyentes, discursos revisados y medidas camisetas de Carrefour, deberíamos optar por subir a nuestros políticos, desnudos de asesores y opinadores, de lameculos y fetichistas del poder, y simplemente auparlos a un cajón de madera y, sin papeles cargados de tintas efectistas, dejar que su natural verborrea se desparrame entre los oídos cansados de la gente, sin más artificio, que el temblor nervioso de sus labios.

 

Eso y hacerles firmar lo que prometan con sangre, un vínculo sagrado e indestructible entre un representante del pueblo y su pueblo, y si el incumplimiento es continuado e insostenible, lapidación pública con calcetines usados y paseo de la vergüenza, des nudos, por las calles de la capital, tocando a arrebato y bien acompañados por un grupo de dantzari ejecutando tras ellos un singular aurreskucon incontables puntapiés en sus fofos culos deformados por el sillón de polipiel.

 

Tal vez nunca progresaríamos como país independiente, moderno y perspicaz, pero lo que nos íbamos a reír no tendría precio, y libre de IVA y de Euribor.

Imagino largos pasillos de venerables pensionistas, garrota en mano, formando un locuaz túnel de madera, dispuestos a desfogar sus frustraciones de ancianos furibundos, sobre los abotargados lomos del político infractor.

O a esas madres, de rulo en ristre, que desde las gradas montadas a tal efecto en el paseo del Prado, blandirían sus cuarteadas zapatillas de casa, listas para arrojarlas, con efecto boomerang, sobre las alopécicas coronillas de los ministros salientes, dolientes e, inexcusablemente, plañideros.

 

Y todo esto venía a colación de hablar de los tertulianos, esos seres enrarecidos, enardecidos, victoriosos siempre y que lo mismo te opinan de la socialdemocracia centroeuropea, como te disertan, sin despeinar sus peluquines teñidos, sobre un fuera de juego medido con cartabón y escuadra, incluso aunque no hablen de fútbol.

 

Tertulianos que no solo opinan, si no que crean opinión, muchas veces tan insípida como desmedida. Y los hay de toda clase y disciplina. Hay tertulianos conocidos de micrófono y cámara en rostro, tertulianos de bar que sirven de altavoz distorsionado de lo que les gusta escuchar y cuyo cerebro filtra alabanzas y deslices en función de su propia opinión tergiversada. Existen tertulianos de peluquería y sala de espera del médico, tertulianos rosas, abanderados de la estupidez más sibilina y caótica, tertulianos amarillos e incluso tertulianos salmón, que no son capaces, ni de remontar el río que les vio nacer, más por aburrimiento ajeno, que por falta de carácter.

 

¿Y qué pinta en todo esto el bueno de John Stuckman? Nada en absoluto, porque como habrán descubierto los más avispados, y los que se hayan preocupado de buscar  en internet al desleído politólogo victoriano, dicho personaje no existe más que en la caótica cabeza de quien les escribe. Ni la cita es de nadie, más que mía propia, ni tampoco se le puede encontrar a la misma mucho sentido, la verdad. Tan sólo los puse ahí, al fantasmal personaje y a su inexistente verborrea, para demostrarles, ávidos lectores, que cualquier texto que comience con una cita, puede llegar a ser mucho más interesante, o al menos dar apariencia de que, quién les embelesa desde las palabras, parece mucho más listo y preparado de lo que realmente es.

 

No se dejen llevar por las apariencias, no sucumban a las palabras rebuscadas y ornamentales, no se dejen influir por las onomatopeyas y las hipérboles desmedidas. Dejen que su propio juicio sea eso mismo, suyo propio y aspiren a ser ustedes mismos, los propios tertulianos de su mente.

 

Feliz fin de semana y prósperos sueños.